lunes, 27 de septiembre de 2021

- Las ecoaldeas de Matavenero y Poibueno.

 


Track del recorrido.

Placeres en la vida hay muchos, como un buen desayuno, en la terraza, con las primeras luces del alba. Sentir el aire fresco, el despertar progresivo de los sentidos, de la mente y el cuerpo. Un tiempo de relax, mas breve de lo que uno quisiera; interrumpido, por un flash de avidez, que me llama internamente a moverme, a evadirse, descubrir, cambiar, avanzar, alejar, mejorar, un amplio repertorio lingüístico, para decirme finalmente, vamos levántate ya.

Bien, pues adelante, me dije. Y para la comarca del Bierzo, puse mi rumbo. Lo bueno de las vacaciones, es el tiempo que tenemos, para aprovechar los días, para cuando se terminan, nos acordamos de los cortos que fueron. Mientras conducía, decidí, tomar otra alternativa, para seguir por otra carretera y conocer otros pueblos, como la Robla, la Magdalena, etc.., hasta llegar a Astorga, ya cerca de San Facundo, origen de esta ruta.

Llegado al pueblo, a la entrada del mismo, hay un amplio aparcamiento, para dejar el vehículo. San Facundo, forjado en las inmediaciones de un viejo monasterio medieval, hoy día desaparecido. Es un pequeño pueblo, acogedor, de rica arquitectura rural, con un magnetismo especial, que atrae a muchas personas a conocerlo. Posee una playa fluvial, para bañarse y refrescarse, en verano en las aguas cristalinas del arroyo del Rial. Recorro sus calles, descubriendo su antiguo molino y me encamino hacia el curso de aguas, de su río, el Argutorio. Dejando el pueblo atrás, en una de sus casas, tiene en su fachada, un plano ilustrativo, de la ruta. El primer tramo, se recorre por la ribera del rio, entre chopos y alisos. El camino sigue rumbo a la presa de San Facundo, del cual sale una pequeña senda, indicada, hacia el pozo de las Hoyas. Una senda, que se adentra por el interior del encajonado valle, que va cogiendo altura poco a poco, acercándose al barranco del río, con unas grandes vistas del entorno natural. La ruta en sí, es bastante atrayente a nivel paisajístico, entre la densidad de su masa arbórea, de la que destacan sobre todo los robles y majuelos. Los primeros tramos te enseñan la belleza de su ecosistema, de amplias panorámicas, del barranco y de la pequeña presa de San Facundo, la peña luenga… En las inmediaciones de la peña del mediodía, hay seis galerías mineras de época romana, en la busca del codiciado oro. 

Aparcamiento en San Facundo.

Entrando al pueblo.

Su piscina natural.

Arroyo del Rial.

Plano de la ruta.

Por San Facundo.

Por camino primero, hacia la presa.

Bajo la sombra de su ribera.

A lo largo del recorrido, hay varios puentes que te cambian de vertiente.

Se deja el camino, y se asciende por una marcada senda, sin perdida.

Que coge altura, para acercarse al barranco.

Entre una variada masa forestal.

De ramas y arboles caídos.

Presa de San Facundo.

Vistas del embalse.

Desciendo hacia el río, por donde su senda, se sumerge en la frondosidad de sus bosques. La vegetación predominante, dominada por sus robles, acompañados de arbustos como las urces y extensos helechos. Un paisaje natural cambiante, entre vegetación de ribera, de avellanos, castaños y abedules entre otros, según te aproximas a las ecoaldeas. Otra senda me sale al paso, descendiendo al río, cuya dirección lleva al pozo de las Hoyas y a la ecoaldea de Poibueno. Yo voy a proseguir, por la senda principal, a la ecoaldea de Matavenero. Ambas aldeas, se unen de manera circular, por lo que, al regresar, llegaré a ese desvío. Las ecoaldeas, con una población creciente, enfocadas en la simpleza de la vida, en comunión con la naturaleza. Está formada por gentes venidas de varios paisajes, sobre todo europeos, de pequeñas casas alimentadas por paneles solares, con agua potable y aquellos recursos necesarios para sobrevivir. Tienen su propia escuela, pequeños huertos y hornos, para la fabricación de pan, el cual venden también a sus visitantes. Hay un pequeño bar, solo abierto en verano, con un estilo de vida, en la que no existen las clases sociales ni raciales, ni el materialismo, ni las prácticas de carácter religioso. Se les pueden ver, por los mercadillos de diferentes pueblos, vendiendo sus obras de artesanía. Recorriendo sus pequeñas calles, uno de sus vecinos, toca la guitarra, un hola, un que tal, despreocupados del consumismo social. 

De nuevo por el río.

De pequeños puentes.

Una senda, con muy buena sombra...

Agradable de recorrer.

Estrecha por momentos.

Entre sus robles...

Casi perdido, entre su masa forestal.

Cruzando un canchal de piedras.

Dejando el desvío, del pozo de las Hoyas, la senda asciende hacia Matavenero.

Con algún tramo, mas pronunciado que otro.

Llegando a Matavenero.

Matavenero.

Matavenero.

Matavenero.

Siguiendo a Poibueno.

Venta de pan.

Una mirada de la ecoaldea de Matavenero.

Las duchas.

Dejo atrás Matavenero, y la senda desciende al fondo del valle, para encontrarme con la aldea de Poibueno, mas pequeña. La ruta indicada, me lleva por la vertiente contraria, paralelo al río, de pequeños saltos de agua, remansos, y meandros, aguas abajo. Mi caminar me aleja de su río, cogiendo altura, para llevarme al mirador natural del Pozo de las Hoyas. Unas cascadas cargadas de agua, en la que conviene no acercarse mucho, a sus cortados. Sigo la ruta, entre la tupida masa forestal, con puentes improvisados de madera, uniéndose al desvío inicial, que lleva a Matavenero y desandar el camino, hacia San Facundo.

Descendiendo hacia Poibueno.

Una mirada de todo el valle.

Cruzando su portezuela.

Hacia la siguiente ecoaldea.

Entre la ribera del río.

Otro puente...

Una paradita, en torno a su fuego, cuyas historias, solo las conoce el viento.

Una huerta de Poibueno.

Hacia las Pozas.

Dejo atrás Poibueno, y sigo su río, hacia San Facundo.

Un descenso entre su barranco.

Una mirada hacia sus cascadas.

Pozo de las Hoyas.

Un viejo puente.

Que me acerca, a la cercana senda de San Facundo.

Y otros, ya desgastados.




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