Track de la ruta. |
Ochate, hace casi 20 años que leí acerca de la historia este
misterioso pueblo, y como voy a estar unos días recorriendo la provincia de
Burgos, en busca de nuevos lugares, paisajes, rutas por donde perderme, he
decidido acércame a recorrer y contemplar un pueblo sumergido en múltiples
leyendas, fraguado como uno de los mayores expedientes X de lo oculto
españoles.
Pueblo maldito, muerto…? las historias que siempre se
escriben sobre parajes de pasado turbio, siempre he pensado que se exageran, habladurías
y rumores… de miedos irracionales.
Un tema interesante que me atrae por un lado, pero siempre bajo
una perspectiva racional del pensamiento, como el ocultismo.
La ruta a tan singular paraje, parte de la localidad de
Imiruri en el Condado de Treviño. Nada encontré sobre la ruta a seguir,
explorando el lugar y mirando el mapa, me encaminé por un camino a las afueras
de Imiruri, junto a sus últimas casas cruzo un pequeño puente sobre el río
Zumábida hacia San Juanico. La pista de tierra continua bordeando hacia el Sureste
en una zona conocida como Orramandi y ascendiendo finalmente a las ruinas de
Ochate (una pista transitable en vehículo).Sin embargo yo me desviare por una
estrecha senda que bordea por el Norte, para acercarme por su paraje más agreste,
donde entre la densa niebla emerge su popular torre.
Un día donde la frialdad, el viento y la niebla hacen de mi
acercamiento una postal auténtica para conocer Ochate. Solitaria fue mi
andadura, libro en mano comienzo a recordar la leyenda negra que recae por
estos lugares. Enigmas sin Resolver, la primera edición que Iker Jiménez
escribió sobre una gran variedad de leyendas peninsulares, y la portada del
mismo y su relato denotan un enorme interés que su autor hace de este pueblo.
Fue portada de varios medios de comunicación en los 80, a raíz del avistamiento
de un OVNI en la localidad. A partir de ahí se fraguo una de las historias, más
sorprendentes sobre su pasado medieval oscuro…
Tanto fue así que durante aquellos años 80 alcanzó tanta
fama, que atrajo a infinidad de personajes de lo esotérico alcanzando
preocupación en los pueblos ribereños.
Mucho se ha escrito y dicho sobre este pueblo. En pie solo
queda la estructura de la Torre de San Miguel Arcángel, así como restos de
varias de sus casas y de la Ermita de Bergondo.Y de las pequeñas tumbas
escavadas en la roca.
Goate (Puerta de Arriba, del frío) nombre antiguo, y ya desde
el medioevo se hablaba de un lugar con manifestaciones paranormales. Su
población siglo tras siglo era diezmada por numerosas enfermedades Cólera, Tifus,
Viruela azotando a sus habitantes, despoblando el lugar y afectando solo a los mismos. Una serie de epidemias que termino de fulminar a sus últimos habitantes
ya en el siglo XVIII.El párroco de la Ermita, salió hacia la torre blanca y
nada más se supo de él. En el siglo XIX y XX, creció el temor a acercarse a tal
lugar, se propago la visión de sombras y fantasmas por aquel lugar, en 1970
apareció carbonizado el cuerpo de un agricultor camino a Ochate, sin explicación
alguna como el gigantesco Ovni que sobrevoló la zona y fue portada de muchos medios.
Los gritos grabados de una niña gritando ¡Pandora! (Fuera), el suicidio de uno
de los investigadores sobre los fenómenos que asolaban el pueblo, el radioaficionado
cámara de una productora de Vitoria, acercándose a sus inmediaciones, dos sombras
gigantes se le acercaron y aquella visión le hizo reflexionar y no volver allí jamás.
A finales de los 80, varios miembros delas fuerzas armadas se extraviaron en
sus inmediaciones estando perdidos 4 horas a escasos metros unos de otros en la cercana torre.
Dejando atrás Imiruri. |
Voy avanzando primero por la pista, hacia los prados de cultivo y pastizales. |
Un pequeño sendero me adentra por sus parajes hacia el Norte. |
La Torre blanca emerge entre la penumbra. |
Llegando a Ochate. |
Con el libro de Enigmas Sin Resolver. |
Vistas de los alrededores. |
Desde luego hay tantas historias por leer, que según me voy
acercando le da un toque tenebroso a este lugar. No quiero caer en la autosugestión,
cuando me adentro por sus ruinas, por el interior de la Torre y sus inmediaciones.
Un páramo otoñal, con densa niebla con el viento frío azotándome el rostro, las
manos heladas pero sin ningún ruido, esa extraña paz o calma que se respiraba
por los alrededores. Aunque se pueda pensar lo contrario, estuve muy a gusto,
tranquilo sin nada que me perturbara. Regreso de nuevo a Imiruri, dejando atrás
un pueblo, que quise recordar cuando leía sus historias hace años.
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