sábado, 10 de diciembre de 2016

Ochate pueblo de leyenda


Track de la ruta.



Ochate, hace casi 20 años que leí acerca de la historia este misterioso pueblo, y como voy a estar unos días recorriendo la provincia de Burgos, en busca de nuevos lugares, paisajes, rutas por donde perderme, he decidido acércame a recorrer y contemplar un pueblo sumergido en múltiples leyendas, fraguado como uno de los mayores expedientes X de lo oculto españoles.
Pueblo maldito, muerto…? las historias que siempre se escriben sobre parajes de pasado turbio, siempre he pensado que se exageran, habladurías y rumores… de miedos irracionales.
Un tema interesante que me atrae por un lado, pero siempre bajo una perspectiva racional del pensamiento, como el ocultismo.
La ruta a tan singular paraje, parte de la localidad de Imiruri en el Condado de Treviño. Nada encontré sobre la ruta a seguir, explorando el lugar y mirando el mapa, me encaminé por un camino a las afueras de Imiruri, junto a sus últimas casas cruzo un pequeño puente sobre el río Zumábida hacia San Juanico. La pista de tierra continua bordeando hacia el Sureste en una zona conocida como Orramandi y ascendiendo finalmente a las ruinas de Ochate (una pista transitable en vehículo).Sin embargo yo me desviare por una estrecha senda que bordea por el Norte, para acercarme por su paraje más agreste, donde entre la densa niebla emerge su popular torre.
Un día donde la frialdad, el viento y la niebla hacen de mi acercamiento una postal auténtica para conocer Ochate. Solitaria fue mi andadura, libro en mano comienzo a recordar la leyenda negra que recae por estos lugares. Enigmas sin Resolver, la primera edición que Iker Jiménez escribió sobre una gran variedad de leyendas peninsulares, y la portada del mismo y su relato denotan un enorme interés que su autor hace de este pueblo. Fue portada de varios medios de comunicación en los 80, a raíz del avistamiento de un OVNI en la localidad. A partir de ahí se fraguo una de las historias, más sorprendentes sobre su pasado medieval oscuro…
Tanto fue así que durante aquellos años 80 alcanzó tanta fama, que atrajo a infinidad de personajes de lo esotérico alcanzando preocupación en los pueblos ribereños.
Mucho se ha escrito y dicho sobre este pueblo. En pie solo queda la estructura de la Torre de San Miguel Arcángel, así como restos de varias de sus casas y de la Ermita de Bergondo.Y de las pequeñas tumbas escavadas en la roca.
Goate (Puerta de Arriba, del frío) nombre antiguo, y ya desde el medioevo se hablaba de un lugar con manifestaciones paranormales. Su población siglo tras siglo era diezmada por numerosas enfermedades Cólera, Tifus, Viruela azotando a sus habitantes, despoblando el lugar y afectando solo a los mismos. Una serie de epidemias que termino de fulminar a sus últimos habitantes ya en el siglo XVIII.El párroco de la Ermita, salió hacia la torre blanca y nada más se supo de él. En el siglo XIX y XX, creció el temor a acercarse a tal lugar, se propago la visión de sombras y fantasmas por aquel lugar, en 1970 apareció carbonizado el cuerpo de un agricultor camino a Ochate, sin explicación alguna como el gigantesco Ovni que sobrevoló la zona y fue portada de muchos medios. Los gritos grabados de una niña gritando ¡Pandora! (Fuera), el suicidio de uno de los investigadores sobre los fenómenos que asolaban el pueblo, el radioaficionado cámara de una productora de Vitoria, acercándose a sus inmediaciones, dos sombras gigantes se le acercaron y aquella visión le hizo reflexionar y no volver allí jamás. A finales de los 80, varios miembros delas fuerzas armadas se extraviaron en sus inmediaciones estando perdidos 4 horas a escasos metros unos de otros  en la cercana torre.
Dejando atrás Imiruri.

Voy avanzando primero por la pista, hacia los prados de cultivo y pastizales.

Un pequeño sendero me adentra por sus parajes hacia el Norte.

La Torre blanca emerge entre la penumbra.

Llegando a Ochate.

Con el libro de Enigmas Sin Resolver.

Vistas de los alrededores.
Desde luego hay tantas historias por leer, que según me voy acercando le da un toque tenebroso a este lugar. No quiero caer en la autosugestión, cuando me adentro por sus ruinas, por el interior de la Torre y sus inmediaciones. Un páramo otoñal, con densa niebla con el viento frío azotándome el rostro, las manos heladas pero sin ningún ruido, esa extraña paz o calma que se respiraba por los alrededores. Aunque se pueda pensar lo contrario, estuve muy a gusto, tranquilo sin nada que me perturbara. Regreso de nuevo a Imiruri, dejando atrás un pueblo, que quise recordar cuando leía sus historias hace años.

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